Puede que alguna vez hayas escuchado "el rosario de la aurora". Las aurora (o auroros, si eran hombres) eran grupos de personas que salían de madrugada a cantar letanías o las glorias del santo del día. Se reunían al amanecer, cuando todos dormían, para caminar por las calles del pueblo o ciudad y rendir tributo al santo que se celebrase. Cuando eran fiestas solemnes o santos más conocidos, solía reunirse más gente.
Iban, de hecho, cantando su piadosa devoción -aunque no importaba lo artístico de sus plegarias, sobre todo porque algunos de sus componentes eran ya ancianos-, y se sabe que esta tradición ya existía en los primeros años de 1700, primero compuesta por los propios ayuntamientos, y luego únicamente por la buena voluntad de sus integrantes.
Existían varios tipos de "auroras": la "aurora solemne", para fiestas importantes y días de precepto, en las que salían a procesión con cantos e instrumentos de viento. La "aurora doble", en Adviento y Cuaresma, que se realizaba sin música. Y la "aurora simple", que se cantaba sin salir a procesionar, en el atrio de las iglesias (es decir, a la entrada).
Estas tradiciones han ido cayendo en el olvido, y se han ido abandonando conforme la sociedad entraba en una dinámica en la cual lo religioso pasaba a un segundo término, y las madrugadas dejaban de ver oficios como el de serenos, o devotos como "los auroros".
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