Hace no tanto, comprabas un encendedor Champ o IMCO y sabías que probablemente no tendrías que comprar más. Comprabas un bolígrafo de acero de una popular - y ahora extinta - marca española, y sabías que a partir de ese momento sólo tenías que adquirir recargas - a la venta en cualquier papelería, incluso en la más pequeña del más pequeño pueblecito-. Comprabas una maquinilla de afeitar y la elegías bien, porque sabías que era para siempre. Comprabas uno de aquellos Renault 6 u 8, y sabías que probablemente iba a estar a la puerta de tu casa durante toda tu vida, y que incluso tus hijos lo heredarían. Lo mismo ocurría con los electrodomésticos, y hasta con las gafas. Acudías a una relojería, y salías con uno de aquellos CasioTron que pesaban como una piedra, convencido de que aquel reloj sería ya el que llevarías "para siempre".
No hace muchos meses entrevistaban a un ejecutivo de Opel, respecto a la electrificación de sus modelos. Y éste señor insistía en que los clientes, la gente en general, deberían desterrar de su vocabulario términos como el "para siempre". De hecho, vaticinaba que en un futuro no muy lejano los coches ya no se comprarían: no merecería la pena. Simplemente adquirirías un tiempo de uso y listo. Que podía ser de dos meses, un año... O dicho de otra manera: no adquirías el coche en realidad, sino su uso temporal.
La llegada de los bolígrafos de usar y tirar como Bic, hizo que fuera innecesario tener un bolígrafo "nuestro" y querido y apreciado. Nos convencieron de que era mejor "estrenar boli" cada semana o cada mes. La llegada de los encendedores baratos, (muchos de esa misma marca, por cierto), hizo otro tanto. Y luego pasó con las gafas, ahora se lleva comprar varias e irlas intercambiando, porque curiosamente aunque las variedades se han incrementado, y los materiales abaratando, no ha ocurrido así con el coste de unas gafas graduadas. Las de sol sí, se venden como esos bolígrafos: para que estrenes una cada verano.
En cualquier caso el concepto de "para siempre" es muy relativo. Y es que, obviamente, en este mundo nada dura eternamente. Cuando decimos "para siempre" a lo que nos referimos en realidad es a un producto duradero que, si se estropea, se pueda arreglar (o remendar) y continuar siendo funcional y prestando su servicio. Por lo tanto, aunque no dure ese "para siempre", si durará lo suficiente como para quedarse con nosotros muchos años, que en ocasiones - y sobre todo dependiendo de la edad que tengamos - puede ser toda nuestra vida, e incluso alcanzar a que nuestros seres queridos (sean familiares o no) también puedan disfrutarlo.
En la extinta URSS, sin competidores en electrodomésticos, las lavadoras fabricadas por compañías estatales solían durar eso, "para siempre". No tenía sentido lo contrario y fabricar lavadoras que se fueran a la porra a los pocos años (que se lo digan a los cubanos, muchos de ellos todavía siguen usando aquellas lavadoras y frigoríficos de aquellos años). Sin embargo en la sociedad actual resulta contradictorio lo que nos está ocurriendo. Por una parte los fabricantes de automóviles suelen vender sus productos con cada vez menos posibilidades de reparación, y los mecánicos y personal de reparación se han convertido en meros "sustitudores" de piezas. Paradójicamente el Gobierno, en su "Agenda 2030", lleva en uno de sus puntos la necesidad de que la tecnología sea más longeva, porque el planeta ya no es capaz de sostener el ritmo actual de desperdicios y basura. En ese mismo borrador se hace mención y se destaca el que un smartphone actual requiera un cambio cada dos o tres años, y otro tanto ocurre con los ordenadores, en donde las grandes multinacionales del software y del hardware obligan y empujan al usuario a renovarlo.
Con los smartwatches ocurre otro tanto de lo mismo, son productos de su tiempo, de este tiempo, y ya no son relojes "para siempre". Son bonitos, muy prácticos indudablemente, útiles y funcionales, como lo es ese auto eléctrico que te arranca a la primera y que ni siquiera tienes que andar meneando una manivela para cambiar de marcha. Pero también eres consciente de que son así porque están prácticamente nuevos. A los pocos años (muy pocos) deberás de sustituirlo quieras o no, porque están pensados para eso. Incluso sus materiales plásticos y resinosos lo están. Y si no lo haces no podrás ni encenderlo, porque sus baterías ni recargarán ya.
El concepto de "para siempre" es, pues hoy, arcaico, pasado, casi desconocido. Las nuevas generaciones han crecido con una manera de consumo radicalmente opuesta a la que vivieron las personas durante la mitad del pasado siglo. El "para siempre" debemos desterrarlo de nuestras vidas, con el aplauso y beneplácito de las multinacionales, y para alegría y algarabía de sus directivos.
Recuerdo mi receptor de radio de los setenta, sirviéndome fielmente durante muchos años. Los que adquirí a partir de los noventa ya no eran así, apenas me duraron - y con suerte - un par de años. La Grundig de entonces estaba de capa caída, a punto de quebrar, y vendía sus productos tratando de que sus clientes les adquiriesen otros lo más pronto posible. Era el principio de su final, y acabó convertida en una sombra, un espectro, de lo que fue. A partir de los ochenta los relojes de resina, los bolígrafos de resina, y hasta las zapatillas de resina que sustituía a la piel y que duraban un verano venidas de China, fueron inundándolo todo. Incluso los chinos rechazan sus propios productos y, cuando pueden o tienen la oportunidad, no dudan en adquirir los pocos que quedan "made in Europe". Por algo será. Porque saben y son conscientes de que los de su género, más que nunca y hoy de forma más evidente si cabe, no son ni mucho menos... para siempre.
| Redacción: Estación Telegráfica / EstacionTelegrafica.blogspot.com / EstacionTelegrafica.com
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