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QUIEN OLVIDA SU PASADO CORRE EL RIESGO DE REPETIR SUS ERRORES

8.6.23

En los cincuenta también había refrescos (y sin necesidad de la Coca Cola)

Sí, en los años cincuenta en España también se podía disfrutar de refrescos, y de producción nacional, con innumerables marcas de soda. Una de ellas era La Vizcaína que desde Bilbao producía gaseosas y se anunciaba no con el imperativo "Beba Coca Cola", sino con uno no menos contundente "El mejor refresco".
Producían limonada (refresco de limón) y "orange" (refresco de naranja) bajo la marca Iturrigorri. Y también gaseosas, por cierto. 
La historia de Iturrigorri ya la tenéis con gran profusión de datos en el siguiente blog, así que no voy a repetirlo aquí:
http://sifonesantiguos.blogspot.com/2016/05/la-gaseosa-iturrigorri.html
Solamente mencionar que toma su nombre del manantial de Iturrigorri, que significa "fuente roja" por la presencia de hierro en sus aguas (como Lanjarón que ya mencionamos en otra entrada). Tal fama logró cosechar esta soda que a los tapones de este tipo se les llamaba coloquialmente como "iturris". Se decía que su agua estaba "electro-mineralizada" (todo lo que sonase a electricidad parecía tener un atractivo especial), y además de sodas llegó a vender hielo y cervezas.
Iturri acabó convirtiéndose en uno de los refrescos más importantes a nivel nacional, cuando aún ni Coca Cola ni todas esas marañas yankees habían engatusado a nadie. Llegó a tener manantial propio, así como cambiar de sede (actualmente lo que queda de ella se encuentra en Arrankudiaga).
La gloria de la firma vasca desaparecía en los años setenta -por medio se sucedería un cambio de nombre, acortando el original para denominarse simplemente Iturri- ante la pujanza de las multinacionales y sus agresivas campañas, cuyas sodas ya no contenían agua mineral natural, pero sí una ingente cantidad de azúcares y sonaba más rimbombantes con sus rebuscadas comerciales ingleses. Y con ello pudieron engañar fácilmente a la juventud de entonces. Hoy las cosas no han cambiado demasiado, la verdad, y continuamos dándole valor a lo de fuera, aunque sea mil veces peor.

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