En 1916 y en mitad de la guerra europea, la telegrafía sin hilos fue uno de los recursos de comunicación entre las tropas más importantes. Prueba de ello es que en ocasiones se utilizaba el transporte aéreo -en este caso Zeppelin, los cuales podían mantenerse largo tiempo suspendidos sin consumir combustible- salvando así largas distancias y, por otra parte, reduciendo la necesidad de utilizar repetidores o puntos de enlace. Los dirigibles y la telegrafía combinaron eficazmente sus fuerzas posibilitando una forma de comunicación que hoy tomarían como relevo los satélites.
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