Durante el siglo pasado, sobre todo en las tres primeras cuartas partes del mismo, vivieron un gran apogeo las Vueltas Ciclistas, a espejo la mayoría del Tour de Francia y en donde, gracias a la mejora de las bicicletas y a su cada vez más accesibilidad para todos los bolsillos (no ocurría lo mismo con los automóviles), enseguida se convirtieron en reclamo más que interesante para la competición y, por lo tanto, también desde el punto de vista publicitario.
Este cartel anunciaba en 1943 la Vuelta Ciclista a Cataluña, que se celebraría ese año en la segunda semana de septiembre -como ahora la Vuelta a España, curiosamente- organizada por la Unión Deportiva de Sans. Llama la atención el equipamiento de entonces: las gafas, colocadas sobre el manillar, de estilo típico de conductor/aviador (y muy molestas con el sudor, por cierto), y el alojamiento para las bebidas, en una canastilla en la parte delantera frente al manillar, puesto que el espacio situado en el tubo en diagonal del cuadro (donde están dispuestos hoy) se destinaba al mecanismo de maniobra para cambiar las marchas.
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