Para damas y caballeros, empiezan a aparecer los relojes de pulsera en la Península Ibérica. A un precio de 40 y 75 pesetas, existían dos modelos que, por la novedad, se requería una mínima "formación" al consumidor, por lo que en la publicidad de la época se aclara:
- Reloj "de primera clase", sería nuestro conocido hoy como "reloj con correa".
- Reloj "de segunda clase", que serían los modelos con armis actuales.
Se hacía hincapié, asimismo, en que de esta manera el reloj no sólo cumplía su labor funcional sino que servía, además, "como una alhaja". Y es que llevar el reloj como un adorno, como vemos, ya viene de muy antiguo.
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