Más tarde formarían el Banco Bilbao-Vizcaya (y el 19 de octubre de 1999 se fusionarían con la Corporación de Argentaria), pero en 1955 las cuentas de sus balances eran bastante similares. Eso sí, con cierta ventaja para el Banco de Bilbao.
El Banco de Vizcaya se funda en 1901 en Bilbao, en unos años donde surgen un buen plantel de bancos (Banco Guipuzcoano, en San Sebastián -1899-, el Banco de Vitoria -1900-, o el Crédito de la Unión Minera, en Bilbao -1901-), ese mismo año se fusionan los bancos de Bilbao y el Banco del Comercio (el de Bilbao ya venía operando desde la centuria pasada), siendo los accionistas del Banco de Vizcaya Pedro Maíz y Arsuaga, José María de Basterra y Ortiz, Rafael Picabea y Leguía, Pedro Mac-Mahon y Aguirre y Tomás Urquijo y Aguirre. Tras varios cambios de domicilio social producidos por el crecimiento del banco, se alojan definitivamente en la Gran Vía 1, de Bilbao, en donde permanecerán hasta su desaparición.
El Banco de Vizcaya fue un gran impulsor de la industria vasca, en especial de la hidroeléctrica y la eléctrica en general, de hecho gracias a este banco nació la Sociedad Hidroeléctrica Española.
El Banco de Bilbao surge en 1857, aprovechándose de una reciente ley que eliminaba el monopolio que hasta entonces poseía el Banco de España (denominado Banco de San Fernando), y para competir con la banca extranjera. Fue una colaboración de los personajes más influyentes y poderosos de la región, además de familias de renombre. A lo largo de su historia fue absorbiendo bancos más o menos pequeños, llegando incluso en 1970 a hacerse con el control total del Banco de La Coruña, del Banco de Irún, del Banco Castellano y del Banco Asturiano de la Industria y el Comercio.
En 1986 España ingresa en el Mercado Común y estos bancos, que antaño eran tan poderosos en nuestro país, se ven amenazados por las grandes bancas internacionales, obligándoles los políticos -con sus movimientos, obviamente, no directamente- a tener que buscar alianzas unos con otros. Así, se intentó la fusión con el Banco Español de Crédito (Banesto), a la que respondió el Banco Central para impedir la alianza. Entre guerras de unos y otros la banca se debilitaba, y los que perdían eran los españoles. El acceso al Mercado Común Europeo trajo consigo una quiebra de muchos de los antaño poderosos grupos industriales, además de peligrar astilleros, cuencas mineras, siderurgia, agricultura..., de tal magnitud como no se vería desde los años 60.
España dejó de ser en buena parte autónoma, para convertirse simplemente en un destino turístico sin más aliciente que sus costas y sus playas. Y convirtiendo a los españoles, por cierto, de industriales y emprendedores, en simples camareros al servicio de los caprichos de los turistas extranjeros. Una historia que, por desgracia, casi nadie cuenta porque es tan deprimente que mejor ni recordarla.
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