Eso se dice al menos, que las María Olibet eran las mejores y primeras galletas que hubo en España, y que eran las predilectas de la Casa Real (de entonces, estamos hablando de finales del siglo XIX).
Aunque fabricaba en España (en Rentería, Guipúzcoa), el origen de la empresa era francés, y empezó a fabricar galletas desde el año 1886 hasta los años 60, con un breve lapsus de tiempo en la época de la guerra, pero reapareciendo en 1945 (como podéis ver en el anuncio original de diciembre de ese año que adjuntamos).
Olibet tomaría el nombre, posteriormente, uno de los barrios de Rentería, y tan famosa llegó a ser esa villa en toda España gracias a las galletas que a los oriundos del lugar se les comenzó a llamar "galleteros".
En el embalaje de las galletas podía leerse "María Olibet", que era el nombre del producto en sí (es decir, de la galleta, como ahora podría serlo "María Cuétara", "María Fontaneda" o similar), aunque la fábrica en realidad -y la empresa- se denominaba La Ibérica, denominación a la que se le añadía "Gran Manufactura Española de Bizcochos de Lujo y Galletas". La compañía estaba situada estratégicamente en las cercanías de la estación de tren para recibir las cargas de trigo venidas desde tierras castellanas, y el azúcar, que les llegaba importado desde Cuba.
La firma la fundaron los franceses Jean-Honoré Olibet y su hijo Antoine-Eugène Olibet, de cuyos apellidos tomó el nombre las galletas. Jean-Honoré Olibet era hijo de marineros y aprendió en Burdeos cómo producir galletas secas, aquellas "tortas" con harina y sal que luego servirían de alimento en los largos viajes en barco. El hijo se fue a Inglaterra, por su parte, para aprender allí el oficio de convertir esas galletas rústicas en auténticos manjares, a lo que los ingleses denominaban "biscuits", añadiendo huevo, azúcar y mantequilla.
Los Olibet abrieron la primera fábrica en Burdeos, para luego irse a Lyon, luego a París, y finalmente recalaron en Rentería, todo ello en el transcurso de poco más de una década (de 1872 a 1886).
Los Olibet fueron innovadores también en el apartado de lo que hoy sería el marketing, utilizando a la mismísima reina de España como su "embajadora". Dado que la reina era una ferviente consumidora de sus galletas, aprovecharon ese hecho para lanzar ediciones especiales de sus latas de galletas estampadas con la cara de su hijo Alfonso XIII. También recurrieron a la promoción con cromos, carteles, calendarios..., para difundir su marca, cosa que les funcionó magníficamente bien en una época en lo que eso era bastante inusual y, además, unos "extras" muy apreciados.
Por cierto, el motivo por el que algunas galletas se conozcan como "María" se debe también a los ingleses, que les pusieron ese nombre a su masa "de lujo" de biscuits en honor de la gran duquesa María de Rusia, casada con un hijo de la reina Victoria en 1874, y cuya denominación la llevan aún hoy todas las galletas de tipo redondo.
Las galletas María Olibet eran elitistas, en 1900 costaban una fortuna pero también hay que entender que se vendían como un artículo selecto a lo que hay que añadir, además, que el sueldo medio de un español tampoco daba para muchas alegrías (sin olvidar que las latas tenían unos acabados y una esmerada decoración auténticamente alucinante, como se puede apreciar en las imágenes). Eso cambiaría después de la II Guerra Mundial y, sobre todo, con la llegada de numerosos competidores en los años 50 y 60 del siglo pasado que abarató un producto que antes sólo se consumía "en ocasiones especiales".
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