1918, señoras donan sus libros usados para llevar a las tropas de campaña en Europa, en un puestecito instalado en una calle de Nueva York. Los libros eran uno de los pocos elementos de entretenimiento o esparcimiento que las tropas podían permitirse tener consigo, sin olvidar el hecho de que en la mayoría de países europeos no había demasiada literatura en inglés.
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